Desde el curso pasado se ha puesto en marcha una iniciativa solidaria que ya forma parte de la vida cotidiana del centro: la donación diaria de la comida sobrante del comedor escolar a la ONG Bocatas, organización que acompaña a personas en situación de vulnerabilidad en Madrid.
La directora general del colegio, Azucena de la Cruz, explica que la idea surgió tras conocer la experiencia de otro centro educativo que colaboraba con organizaciones sociales para evitar el desperdicio alimentario. “Nos preguntamos: ¿por qué no hacerlo también nosotros?”, recuerda. Después de estudiarlo con el equipo directivo y buscar entidades que pudieran recoger los alimentos, el colegio encontró en Bocatas al aliado perfecto.
El proceso no fue inmediato. Durante ocho meses fue necesario coordinar firmas y protocolos entre Serunión, Bocatas y el propio centro. Pero el esfuerzo dio frutos: “Ya llevamos casi un año donando la comida. Sólo hacen falta dos personas: un voluntario diario de Bocatas y Nadia, trabajadora del comedor, que dedica apenas diez minutos al día para envasar las raciones”, explica Azucena. Diez minutos que se traducen en unas 30 comidas diarias que reciben una “segunda vida” en el llamado Garaje de la Ternura, espacio donde Bocatas distribuye alimentos y acompaña a más de 130 personas cada día.
Un proyecto que educa la mirada
Azucena subraya que esta iniciativa no solo evita tirar comida —algo que, además, será obligatorio según la normativa que entrará en vigor el próximo año—, sino que educa en solidaridad y conciencia social: “No es decir ‘qué buenos somos, hemos dado abrigos’. Es conocer a quienes los reciben y acompañarles”.
Esta colaboración se suma a otras acciones del colegio, como la reciente recogida de abrigo, que reunió 17 cajas de ropa llevadas también al garaje de Bocatas. Alumnos y familias pudieron ver de primera mano cómo estos materiales llegaban a quienes los necesitaban.
Además, cada año los estudiantes de Bachillerato participan en rutas de voluntariado en la Cañada Real, donde acompañan a los equipos de Bocatas en el reparto de cenas o en la distribución semanal de leche. La ONG destaca el impacto que estas experiencias tienen en los jóvenes. “Es una educación en la mirada: descubrir que todos tenemos necesidades y deseos comunes, como ser felices y ser queridos”, señala Esperanza, responsable de la Fundación Pasión por el Hombre – Bocatas.
La labor silenciosa que hace posible el cambio
En el comedor del colegio, Nadia es quien organiza y clasifica los alimentos sobrantes: “Ponemos la comida en los tuppers que traen los chicos de Bocatas. Si hay productos con cerdo, los separamos porque así nos lo han pedido. Hoy, por ejemplo, sobraron tortilla y macarrones con champiñones”. Emilio y otros voluntarios de Bocatas son quienes recogen diariamente estas raciones y las trasladan a la cocina donde serán distribuidas.
Para la comunidad educativa, este proyecto ha generado un ambiente de compromiso: no solo se evita el desperdicio, sino que se crean lazos reales con quienes más lo necesitan. “Todos estamos implicados y vemos adónde llega nuestra ayuda”, resume Azucena.