¿Por qué aprender a pensar?
Las estrategias de pensamiento pretenden, de forma sistemática y eficaz, fomentar el aprendizaje significativo, la auténtica comprensión a través del pensamiento profundo, y la aplicación o transferencia de los conocimientos y del pensamiento a la vida.
Se trata de uno de los cambios más significativos del enfoque educativo del siglo XXI. Según este planteamiento, el alumno deja de ser un mero receptor pasivo y se convierte en un agente activo que busca, procesa y utiliza la información para solucionar sus problemas mediante el pensamiento crítico y creativo.
“Aunque se lo he explicado cien veces, no lo entiende”. A veces, afirmaciones de este calado nos hacen plantearnos las cosas con mayor profundidad. Si le explico un contenido a un alumno en repetidas ocasiones, ¿qué puede pasar para que no aprenda?
Las estrategias de pensamiento son un conjunto de procesos, herramientas, destrezas y hábitos de pensamiento, es decir, distintas formas de mejorar el proceso de pensar. Nuestro proyecto de “Aprender a pensar”, incluye los siguientes tipos de estrategias: organizadores visuales, faros del pensamiento, técnicas de pensamiento, destrezas de pensamiento y metacognición.
Desde los 3 años generamos y fomentamos en el aula una cultura del pensamiento que se hace extensible a todo el Centro. En las etapas de Primaria y Secundaria se continúa profundizando con el trabajo realizado en Infantil.
“Sólo se aprende aquello que se comprende y puede utilizarse en la vida”
¿Cómo trasladamos este mensaje al aula?
- Rutinas y estructuras en todas las aulas. El aprendizaje, al igual que las conductas, por ejemplo, se pautan con rutinas. Estas buscan un buen pensamiento y se llama buen pensamiento al que es efectivo para realizar las tareas.
- Tiempo: una consideración de que no tenemos tiempo para contestar a sus preguntas es dañino porque refleja falta de interés. Tiempo para pensar.
- Oportunidades: generadas por el profesor.
- Modelado: no sólo instruccional. También sobre cómo piensas y cómo aprendes, de forma que vean cómo es eso de pensar.
- Interacciones y relaciones: entre profesor y alumnos, o entre los alumnos. Debemos mostrar respeto e interés por su pensamiento; en caso contrario aprenden a decirnos aquello que saben que esperamos escuchar.
- Entorno físico: ¿cómo está dispuesta el aula?, ¿qué hay en las paredes? El entorno debe mostrar más que el resultado o producto del aprendizaje, el proceso del mismo.
- Lenguaje: funcionando a un nivel muy sutil y poderoso. Por ejemplo, usar “nosotros” da un mensaje de cercanía e implicación “juntos aprendemos”, mientras que “vosotros” distancia. Usaremos el lenguaje propio del pensamiento aunque el alumnado no lo domine, para ir logrando su desarrollo.
- Expectativas: según las expectativas que tengo deberé crear unas oportunidades u otras y considerar que lo lograremos Juntos. Las expectativas se comunican al alumnado.
¿Cómo lo ponemos en práctica?
- Relacionando los aprendizajes con la vida real.
- Dando tiempo para las acciones, para planificar. No se refuerza la impulsividad.
- Enseñamos a sistematizar los pasos del pensamiento profundo utilizando estrategias.
- Fomentamos el pensamiento divergente, buscando y estimulando diferentes opciones y alternativas.
- Cambiamos la disposición del aula a través de espacios favorecedores.
Este camino, que comenzó en el curso 2016/2017, no lo estamos haciendo solos. Javier Bahón, CEO de TÚinnovas Lab Educativo y Co-director del Centro Internacional de Aprendizaje Cooperativo, entre otras muchas cosas, nos está guiando y acompañando en este viaje a través de sesiones de formación, coaching educativo a profesores, asesoramiento al Equipo Directivo y proporcionando material para utilizar en las aulas. Poco a poco, esa cultura del pensamiento, que empezó siendo un sueño, se está convirtiendo en una bonita realidad.